El pequeño agricultor
Uno de los retos a los que se enfrenta el agricultor, más concretamente el propietario de pequeñas parcelas, es la falta de rentabilidad, siendo necesarias grandes superficies para hacer viable un cultivo. Este hecho es la consecuencia directa de varios factores que influyen en cada uno de los eslabones de la cadena productiva.
En primer lugar, la cantidad de insumos que requiere un agricultor para poner en marcha un aprovechamiento exige de una alta inversión o de la externalización de los trabajos (laboreos, aplicación de fertilizantes, riegos…etc.).
Pero no solo el inicio es complejo, si hablamos de costes de producción, son cada vez son más elevados: energía eléctrica, carburante, abonos, semillas, salarios…etc.
La rentabilidad al final reside en el equilibrio de costes, y he aquí el problema, el mercado actual esta basado en una dinámica de precios, muy alejada de la calidad o características del producto, lo que implica grandes producciones como consecuencia de márgenes pequeños. Este hecho obliga necesariamente a disponer de un número elevado de hectáreas para hacer el modelo viable.
Mercado actual, retos y consecuencias
Ahora bien, ¿son justos o razonables los precios de venta de los productos? ¿Tienen un poder diferenciador respecto de otros? ¿Aportan un valor añadido, más allá de ser 10 o 100 Tn?.
Quizá las respuestas sean uno de los dos frentes por los que podríamos atajar el reto al que nos enfrentamos.
Ante la primera de las cuestiones planteadas, es por todos conocido el desequilibro de precios, entre los proveedores y compradores de productos agrícolas y alimentarios. Una de las causas es la incapacidad de negociación del productor cuando en la otra parte de la mesa se encuentran socios comerciales de mayor tamaño. Y por otro lado, la diferencia de costes de producción entre el producto nacional y los producidos en otros países.
La segunda y tercera cuestión podríamos resumirlas en lo comentado anteriormente, un modelo productivo basado en el precio y no en la diferenciación ocasiona que la calidad pase a segundo plano y, por tanto, no exista diferencia entre producto nacional e internacional si nos basamos en el volumen y no en la calidad.
Podríamos resumir en estos cuatro puntos las causas del problema
1. Mayor concentración de la demanda y una oferta cada vez más atomizada.
2. Coste de producción nacional elevado, por lo que resulta más interesante la oferta internacional.
3. Modelo basado en el precio y no en la diferenciación. La calidad no es prioritaria, y no se diferencia entre el producto nacional e internacional.
4. Productos con escaso valor añadido y falta de diversificación
En cuanto a este ultimo punto, se plantean otra serie de preguntas:
¿Realmente escogemos el cultivo adecuado?, ¿son necesarios todos los trabajos que se realizan?, ¿se podrían reducir los costes de producción?.
Diferenciación y valor añadido, claves para el futuro
La selección del cultivo en la mayoría de los casos se basa en las especies que se cultivan en la zona, las adecuadas a la maquinaria existente o sencillamente las que cultiva el vecino, a priori esta selección no tiene por qué ser desfavorable, no obstante, incurrimos en los problemas mencionados anteriormente.

Existen una gran variedad de especies que se pueden seleccionar, siempre y cuando lo hagamos teniendo en cuenta una serie de claves que nos permitirá reducir los costes en producción y la necesidad de excesivas labores de mantenimiento. Además, puede ofrecer la posibilidad de proveer de valor añadido al producto.
Estas, requerirán de una menor cantidad de insumos (riegos, fertilización…etc.) y además existe otra ventaja a la hora de seleccionar especies autóctonas, y es que estas poseen resistencias o mecanismos de adaptación que les confiere una protección mayor ante el ataque de plagas y enfermedades.
Otra de las claves de la selección del cultivo es la diferención, bien por sus cualidades o su escasez en el mercado.
¿Sólo una especie?.
Trabajar con un cultivo monoespecífico, obviamente requiere menor planificación y simplifica el aprovechamiento, no obstante, solo aporta una renta al año y nuestra inversión está más comprometida en caso de catástrofes ambientales o cualquier ataque.
En cuanto a la rentabilidad, el cultivo mixto nos confiere menos producción de manera individualizada, pero hace más rentable la parcela en su conjunto y nos confiere mayor estabilidad. En este caso, estaríamos hablando de los cultivos mixtos agroforestales, una apuesta por la resiliencia económica.
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